La sociedad se acostumbro que solo el verdadero amor llegue al altar, que solo ama aquel que es capaz de poner un anillo en dedo de su amada, afirmando que solo Dios conoce y acepta que es para siempre que eso si es un amor, pero…
Y esas veces en las que a solas cuerpo a cuerpo se demuestran amor hora tras hora ¿No vale? O cuando dos personas deciden al fin colgar el miedo al vacío para ser feliz y vivir lo que sienten ¿tampoco vale?
El amor se demuestra más allá de cualquier costumbre, más allá de cualquier mito creado por la sociedad, mucho más que cualquier cuento de hadas. Un amor se siente a diario, cada hora, cada minuto, cada segundo, en cualquier lugar en cualquier momento.
Se siente cada vez que ves a esa persona y te repites en tu mente que afortunado soy de tenerla, porque si, cree que si esa mujer decidió estar contigo es porque dentro de ti hay algo que la hace sentirse especial.
Se siente cada vez que te pierdes en esa mirada profunda, en ese momento en el que detallas la forma de sus ojos afirmando que esos ojos chinos oscuros son tu mayor felicidad y tu mayor tranquilidad tanto que tienen la capacidad de hacerte elevar tan alto, aun sabiendo que tienes los pies sobre la tierra.
¿Acaso esto no cuenta? El amor lo ve Dios en el día a día sin necesidad de llegar a un altar, lo nota en cada sonrisa, en cada gesto, en cada mirada, en cada caricia no hace falta poner un anillo para demostrarlo o jurarlo.
Se demuestra día a día y se jura cada noche, se tiene de testigo a Dios hasta en ese momento en el que solo los cuerpos hablan con cada movimiento, en el que el amor se junta con el deseo para llevar a esas personas al éxtasis.
¿Éxtasis? Si, éxtasis con amor, ese momento en el que solo existe un aroma, en el que se tocan y sienten como si su piel se quemara, ese momento en el que con cada beso existe una reacción diferente y cada movimiento los lleva a elevarse cada vez mas alto hasta el punto en que flotan y no vuelven a caer, donde se olvidan de las horas del día y todo lo que los rodea.
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